miércoles, 25 de octubre de 2017

El derecho de los vacceos

Entre los pueblos prerromanos que habitaron la Península Ibérica, los vacceos se asentaron en la parte central de la cuenca del Duero, en torno a las comarcas de Tierra de Campos, Montes Torozos y Valle del Cerrato y las vegas situadas al Sur del río que vertebra la Meseta Norte; en pleno centro de los actuales límites administrativos de Castilla y León. Esto ocurrió durante la Edad del Hierro, en algún momento entre los siglos VI y V a. C., porque los principales historiadores que los han estudiado, el catalán Pedro Bosch Gimpera y el castellano Federico Wattenberg, no se pusieron de acuerdo a la hora de datar su llegada, ni tampoco sobre su posible origen –las tribus belovacas belgas o los pueblos del Danubio, respectivamente– pero sí que coincidieron en señalar su origen celta y extrapeninsular. A lo que debe añadirse que aquella región vaccea, en palabras de Wattenberg, tenía fronteras muy imprecisas [1] con los vecinos astures, cántabros, turmogos, arévacos y vettones.

Las primeras noticias que tenemos de los vacceos datan del siglo II antes de C. debidas a Polibio, que describe la campaña de Aníbal hasta la alta meseta, en la que toma las ciudades de Helmantica [actual Salamanca] y Arbucala [Toro (Zamora)] en el año 220 a. C. [2]. En la segunda mitad del siglo II a. C. se desarrollaron las grandes campañas de los generales romanos Nobilio, Lúculor, Lépido, Bruto y Escipión el Africano contra las principales “polis” vacceas y la región acabó romanizada y formando parte de Hispania, (…) lo que trajo consigo la pérdida o extinción de sus estructuras indígenas y la paralela sustitución por las romanas [3], al tiempo que se firmaban las téseras con los pactos de hospitalidad.

Yacimiento vacceo de Pintia (Valladolid)

Aunque la veintena de ciudades-estado vacceas podían coaligarse en busca de ayuda mutua, no solo entre ellas sino con las tribus cercanas –con las que comerciaban mediante el sistema del trueque– cada una era libre de adoptar sus propias decisiones de modo que nunca existió una entidad política única (lo que, en términos modernos, habría sido un Estado Vacceo) y, como consecuencia, tampoco tuvieron una capital.

Desde un punto de vista jurídico, apenas se puede apuntar que, por los textos de los autores clásicos latinos –dado que la sociedad vaccea desconocía la escritura– sabemos que aquel pueblo era gobernado por un Consejo de Ancianos que resolvía sus conflictos recurriendo a la aplicación del derecho consuetudinario, con normas no escritas pero aceptadas por la colectividad y que se transmitían de forma oral. La existencia de este conjunto de normas constituyó la base de un sistema para impartir justicia y eliminar todo cuanto pueda distorsionar la convivencia pacífica de los miembros de la comunidad y sin las cuales ninguna sociedad compleja puede subsistir [4].

Monomaquia (duelo) vaccea

Como recuerdan los Amigos del Museo de Valladolid (*): la representación de esos personajes armados con lanzas y pequeños escudos redondos de forma cóncava, tipo caetra; se trata [de] monomaquias, duelos o combates singulares, acaso representaciones de una especie de “juicio de Dios” [ordalías]. Este tipo de enfrentamientos eran habituales en el ámbito céltico prerromano y no era rara su celebración durante los funerales de personajes destacados. Quizá el más famoso de todos ellos sea el que enfrentó a Escipión Emiliano con un vacceo de Intercatia [¿Paredes de Nava (Palencia)?] en el año 151 a.C., durante el asedio romano de esta ciudad, hecho recordado por diversos historiadores romanos entre los que destacan Apiano y Plinio.

Citas: [1] WATTENBERG, F: La región vaccea. Celtiberismo y romanización en la cuenca media del Duero, Madrid: Bibliotheca Praehistorica Hispana, vol. II, 1959, p. 26. [2] Ob. cit., p. 22. [3] GONZÁLEZ COBOS-DÁVILA, A. “La cuenca media del Duero: los vacceos y la romanización”. En Anales de Prehistoria y Arqueología, nº 9-10, 1993-1994, p. 181. [4] BLANCO GARCÍA, J. F. “Las ciudades vacceas: estados arcaicos en el centro de la cuenca del Duero”. En Anuario Vaccea, nº 10, 2017, p. 47.

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