miércoles, 9 de abril de 2014

La prehistoria de los Derechos Humanos (III): el Edicto de Nantes

Antes de que se proclamara la libertad religiosa, tuvo que defenderse la tolerancia en materia de cultos y uno de los primeros textos jurídicos que la reguló, aunque se concibiera como un mero instrumento político de pacificación, fue el Edicto de Nantes que declaró y ordenó el rey Enrique IV de Francia y III de Navarra. Este monarca hugonote [protestante calvinista] que se convirtió al catolicismo para acceder al trono francés pronunciando la conocida frase de París bien vale una misa, aprobó aquel Edit el 13 de abril de 1598 con el fin de otorgar una ley general, clara, neta, total (…), un edicto perpetuo e inviolable para restablecer la Religión Católica, Apostólica y Romana (…) en todos los lugares y sitios de este nuestro reino y prohibiendo muy expresamente a todas las personas (…) que turben, molesten o inquieten a los eclesiásticos en la celebración del servicio divino; al tiempo que permitimos a los de la llamada Religión Reformada, practicar y continuar el ejercicio de ésta en todas las villas y lugares sometidos a nuestra obediencia, en que lo hubieran hecho públicamente en diversas ocasiones en los años de 1596 y 1597; es decir, toleraba el culto hugonote pero sólo allí donde ya lo hubieran practicado y prohibiéndolo en nuestra Corte y séquito (…) en nuestra villa de París y en cinco leguas alrededor.

Con esta disposición, la monarquía del Hexágono trató de imponer la paz en un reino que aún permanecía convulsionado por la matanza de san Bartolomé, la madrugada del 24 de agosto de 1572 -como se representa en el cuadro superior pintado en 1880 por Edouard Debat-Ponsan- cuando la guerra de religión tiñó de sangre las calles parisinas. Es probable que este edicto hubiera podido consolidarse en otras circunstancias históricas pero la inestabilidad política y social de aquel tiempo conllevó que Luis XIV acabase revocándolo el 18 de octubre de 1685.

Con el fracaso de esta curiosa fórmula jurídica de pacificación –una protección para creyentes disidentes de la creencia mayoritaria, según el profesor Peces Barba [PECES-BARBA, G. y FERNÁNDEZ GARCÍA, E. (dirs.). Historia de los Derechos Fundamentales. Madrid: Dykinson y Universidad Carlos III, 1998, p. 687]– Francia tuvo que aguardar casi un siglo para que el apartado X de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 estableciera que ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aún por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley.


En este cuadro de Charles-Gustave Housez se muestra el momento en que el mencionado Enrique IV de Francia murió apuñalado por François Ravaillac, el 14 de mayo de 1610. El asesino confesó su odio hacia los hugonotes y murió ejecutado de forma brutal el día 27 de aquel mismo mes en la Place de Grève, de París.

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