martes, 5 de febrero de 2013

Tintín no es racista

El belga Georges Remi (1907-1983) pasó a la historia del cómic con el sobrenombre artístico que ideó siendo joven a partir de la primera letra de su apellido paterno, seguida de la inicial de su nombre de pila; es decir: R, G, que, pronunciándolo de acuerdo con su lengua materna, el francés, era: Hergé. El famoso creador de Las Aventuras de Tíntín y Milú publicó en blanco y negro las primeras tiras de estos personajes en el suplemento infantil Le Petit Vingtième del diario Le Vingtième Siècle (El siglo XX) en 1929 y, al año siguiente, la historieta comenzó a editarse en formato de libro. En 1930 apareció publicado el segundo volumen de sus obras titulado Tintin au Congo (Tintín en el Congo) que se reeditó en color –corrigiendo parte de su contenido– en 1946. El argumento de este álbum era muy sencillo: el curioso reportero y su inteligente fox terrier blanco viajan a la colonia belga del Congo para retratar la vida de sus nativos, dar a conocer los animales exóticos y descubrir a una banda de delincuentes, dirigida por Al Capone, que trafica con diamantes.

Desde su primera edición, este libro estuvo envuelto en la polémica por dos motivos principales: la violencia que Hergé mostraba con la fauna (llega a utilizar dinamita para matar a un rinoceronte) y el trato racista que, para algunos lectores, otorgaba a esta historia un sesgo xenófobo. En 2010, la entidad francesa CRAN [Conseil Représentatif des Associations Noires (Consejo Representativo de las Asociaciones Negras)] y el ciudadano congoleño residente en Bélgica, Bienvenu Mbutu Mondondo, denunciaron a los editores de las Aventuras de Tintin por la presunta apología que, en su opinión, contenía este libro, transmitiendo una imagen denigrante de los habitantes de este país centroafricano; pero los juzgados de Bruselas desestimaron su demanda al considerar, tanto en primera instancia como en apelación –el 7 de diciembre de 2012– que Tintin en el Congo no resultaba ofensiva ni racista; por el contrario, los magistrados señalaron que este libro era el testimonio de la historia común de ambos países.

Recordemos que, como narró el nóbel Vargas Llosa, (…) en febrero de 1885, en la Conferencia de Berlín (…) catorce potencias (…) dieron graciosamente a [el rey] Leopoldo II [de Bélgica] (…) los dos millones y medio de kilómetros cuadrados del Congo, sus veinte millones de habitantes (…) este dominio colonial, el más grande del África, creado por un monarca que nunca pondría en él los pies [El sueño del celta. Tres Cantos (Madrid). Santillana, 2012, pp. 44-45 y 48]. Tras la brutal colonización belga, la República Democrática del Congo se independizó en 1960.

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